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Foto del escritorAlexia S.S. Domínguez García

REBELDE

UN BREVE ADELANTO DE UN PROYECTO EN COCCIÓN :)

IMAGEN: GOOGLE baby


En 2006, cuando tenía ocho años salió una telenovela mexicana llamada RBD. La trama consistía en seguir los romances y aventuras de un grupo de jóvenes estudiantes de una preparatoria súper exclusiva, donde sólo atendían hijos de empresarios, artistas, políticos y riquillos en general. Además de la historia, Televisa (la casa productora de dicha maravilla) creó un grupo musical con los seis integrantes más populares del programa. Cuando tenía entre nueve y once años tenía un par de amigos a los que nos fascinaba su música y nos juntábamos siempre que podíamos para verlos, nos encantaba cantar mientras veíamos la intro y hasta tratabámos de parecernos a ellos.

Haca un par de meses, en pleno inicio de la cuarentena, se volvió a poner de moda verla (sepa la bola porqué, internet termina de mostrar abiertamente lo extraño que es este mundo). El punto es que decidí volver a verla, y OH POR DIOS. No hace falta más que mirar los primeros cinco episodios para comprender la locura que es mi generación. ¿Cómo no nos dimos cuenta de lo machista y denigrante que era este programa?

Las historias se dividen así: a las chavas lo más que les pasa es que tienen un romance, les rompen el corazón, se ven involucradas en un triángulo amoroso, sufren por la pérdida de popularidad o por alguna discriminación referente a su cuerpo. Mientras que los chavos sufren las secuelas de la corrupción, están en conflicto de intereses por alguna amistad o romance, tienen toda una secta dedicada a la discriminación clasista, planean venganzas complejas, sufren de delirios de poder y, además de todo, acosan a las chavas, y eso sin mencionar los respectivos romances. Todas las historias interesantes se las daban a los personajes masculinos, o incluso la figura femenina con mayores rasgos masculinos, ¿una coincidencia, un intento fallido de reflejar una sociedad misógina o simple mercadotecnia basada en las historias exitosas de todos los tiempos?

Me parece inconcebible que mis padres me dejaran ver algo así y que incluso ninguno de los padres de mis amigos se diera cuenta de la atrocidad que nos dejaban personificar. Hay tantas cosas política y moralmente incorrectas en la historia que hacen honor a su factor rebelde, sin embargo, doy crédito a su éxito: ¿qué cosa representa mejor a los jóvenes preparatorianos que el sexo en su máximo esplendor?


No todo está mal con la serie, no necesariamente, y es que hay quienes la han llamado “el último gran fenómeno musical global antes de las redes sociales”. Ahora, la gran pregunta sería ¿su éxito se debía realmente a cuánto nos representaban, a cuánto nos identificábamos con sus letras mágicas, a todo aquello que atraviesa al ser adolescente, a aquello que implica sentirse parte de la bandita popular, a ser parte de un todo mayor a nosotros, o a algo tan frívolo como querer ser asociada con la más bonita o el más guapo? ¿Quién nos crió para funcionar así? ¿Internet? ¿Televisa? ¿Nuestros padres? ¿La sociedad? ¿La intangible ontología del ser social?

Ver este programa con ojos frescos es aterrador, pero es increíble ver cómo Televisa logró domar a toda una generación a través de la representación de arquetipos adolescentes, de canciones aparentemente cursis y de toda una trama inconcebible para la televisión actual.

Wow. Sólo, wow.


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