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¿Cómo que de moda?

El feminismo está de moda

Alguien dijo un día: “El feminismo está de moda”. ¿Cómo alguien puede decir que un movimiento arraigado por generaciones, con un trasfondo tan intenso y complejo, y con una brecha enorme aún por cerrar entre hombres y mujeres “está de moda”?

Una frase como esa implica más que una cuestión de tendencias populares, sino que, aún sin ser esa la intención inicial de quien la dijo, deviene en algo más grande.

 

Decir que el “El feminismo está de moda” no implica que su valor (social, ideológico, ideal) sea menor. Que algo se vuelva popular no lo hace inferior. 

 

La palabra “vulgar”, a pesar de su uso despectivo, tan sólo se refiere a aquello propio del vulgo. Lo que, en otras palabras, quiere decir que lo vulgar es cualquier cosa que se ha hecho popular. Sin embargo, este se  ha vuelto un término despectivo debido a la connotación que tenemos sobre lo popular como ordinario, sin chiste e, incluso, corriente.

    

Algo así sucede con la imagen del feminismo. 

 

¿Cuántas cosas negativas no hemos escuchado ya sobre feminismo, sobre las muertas que carga cada mujer en la espalda colectiva del “ser mujer”, sobre la infinita lista de estereotipos con la que lidiamos todos todo el tiempo, sobre el revuelo que hacen las mal llamadas feminazis? ¿Se dan cuenta qué ligereza ha tomado? 

    

“El feminismo está de moda”. Esta frase sintetiza el malestar que provoca la imagen del feminismo en el mundo actual.

 

 ¡Maldita tendencia millennial por banalizarlo todo! 

 

Al final, los millennials no tienen la culpa por no tomar en serio este tipo de situaciones. Vivimos en una sociedad en la que todo es susceptible a convertirse en una excusa para crear mercancía. 

 

Hagamos un ejercicio: sal un día a la calle, digamos que vas a un mercado o a un centro comercial, trata de contar cuántas cosas ves que tengan una marca estampada y cuántas de esas marcas que ves buscan agarrarse de los temas actuales para vender más, aun cuando eso que dicen los temas no tengan ninguna conexión ni con la empresa, ni con lo que quieren vender.

 

Si encontramos una camiseta con la palabra feminist en un centro comercial, en una de esas tiendas trasnacionales que buscan dirigirse a un público femenino, vale la pena reflexionar de dónde viene. En este mundo capitalista globalizado es fácil caer en el descontexto y en la desinformación con tal de vender más.

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(Marco)

Psicólogo clínico. 24 años. Género masculino. Heterosexual.

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En sí no tiene nada de malo usar una playera que diga feminist, ni usar una funda que lo diga, ni que adquiramos cosas con ese tipo de leyendas. El problema está justo en que no todo quien las usa ni quien las produce empata con el mensaje detrás; puede que sólo le haya gustado el color o la tela de la playera. 

 

Si bien son sólo palabras impresas en mercancía, vivimos en una sociedad donde la información es poder y si se le quita dicho poder a las palabras, se termina por minimizar el mensaje y se promueve que la gente diga cosas como “El feminismo está de moda”, como si hablaran de una tendencia que se irá en cuanto llegue la próxima temporada.

Estigmas y mitos del feminismo

¿Qué sucede con el feminismo actual? ¿Por qué se ha convertido en una especie de lepra de la que nadie quiere hablar por miedo a contagiarse, de cuándo acá se volvió algo maligno? Hay una idea errónea del feminismo que lo asocia como un movimiento hembrista en el que la mujer es superior al hombre.

 

Aclaremos algo:

 

El feminismo no busca conquistar al sistema patriarcal y derrocarlo para colocar a la mujer en el lugar privilegiado del hombre, ni remotamente busca acabar con el género masculino. Lo que pretende es descolocar esa falsa necesidad de superioridad por cualquier género y así reafirmarlos como seres equitativos.

 

Igual hay que tener cuidado. El feminismo no habla como tal de una igualdad entre géneros. No se puede hablar de una igualdad literal por simple biología: hombres y mujeres sí que somos diferentes. Sin embargo, sí se puede hablar de una igualdad en términos de derechos y oportunidades, donde los roles sociales se vuelven horizontales.

 

Por supuesto que la sociedad no se siente lista para modificar sus bases ideológicas, porque ello requeriría reconsiderar muchas de las actitudes y comportamientos propios de las formas más simples que tenemos para socializar. En pocas palabras, tendríamos que replantear al mundo entero y el mundo no quiere ser replanteado. Requiere mucho trabajo minucioso.

 

La gente opta por quedarse con las ideas más extremas o ridículas de la causa (de cualquier causa en realidad). En un ejercicio de “lo que no debes entender como feminismo”, se exponen a continuación algunos de los mitos más bizarros que existen alrededor del feminismo y sus supuestas ideologías:

    

Ser feminista como sinónimo

de odiar a los hombres y a los penes,

de ser una especie de supremacista femenina,

de estar a favor del aborto,

de desnudarse públicamente por "cualquier causa",

de ser una loca que odia las labores del hogar,

de ser una depravada sexual.

¿Cuántos de estos prejuicios no se escuchan hasta el cansancio? 

 

El primer paso para poder hablar de feminismo es dejar de verlo como un martirio. El feminismo lo que quiere es que se deje de actuar como que todo está bien, que se dejen de normalizar situaciones como que una chica no pueda ponerse una falda sin tener que repasar mentalmente todo lo que podría salir mal, o que un niño tenga que hacer cosas impensables con el afán de reafirmar su masculinidad.

 

Hablar de feminismo puede ser fastidioso y agotador porque hay muchos que se niegan a escuchar el verdadero mensaje. Pero esa es la razón por la que no se debe dejar de hablar de ello. Porque no hablar de ello es fingir que no existe o enterrarlo como si no importara.

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(Andy)

Consultora en temas de género con formación periodística. 30 años. Mujer. Heterosexual.

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